La maduración y el «emplume» exterior de los embutidos y chacinados se logran mediante la aplicación de hongos naturales específicos. Estos hongos, que suelen manifestarse como filamentos cortos de color blanco, son cruciales para conferir a los embutidos su sabor y olor característicos.
La mayoría de los embutidos requieren para su maduración lugares frescos, secos, bien ventilados y oscuros. Altillos, piezas no utilizadas o sótanos suelen ser los espacios más idóneos para este proceso debido a sus condiciones ambientales, que favorecen el crecimiento de los hongos beneficiosos.
Una excepción notable en el proceso de curado es el salame, que precisa de un ambiente con temperaturas templadas y una humedad elevada para desarrollar correctamente su sabor y textura únicos. Esta humedad puede controlarse mediante técnicas como colocar un recipiente con agua sobre un mechero, utilizar viruta mojada o nebulizadores para aumentar la humedad, y aplicar cal viva en el suelo para reducirla.
La regulación de la humedad es vital para el éxito del proceso de maduración. La humedad excesiva o insuficiente puede afectar negativamente la calidad del producto final. Por ello, el uso de métodos para ajustar los niveles de humedad en el ambiente de curado es una práctica común entre los productores artesanales de embutidos y chacinados.
La maduración y el emplume de embutidos y chacinados es un proceso delicado que requiere conocimiento, paciencia y un control preciso del ambiente. La aplicación de hongos naturales y la gestión adecuada de las condiciones ambientales son esenciales para producir embutidos de alta calidad con sabores y aromas distintivos. Este proceso tradicional, combinado con técnicas modernas de control de humedad, permite a los productores ofrecer productos excepcionales que destacan en el mercado por su autenticidad y calidad.